Curiosamente, a mí, cuando terminé la carrera, los profesores del departamento donde
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finalmente hice el doctorado me recomendaron que no lo hiciera. Me dijeron -con razón- que la vida del investigador era muy incierta, que con mi carrera era fácil encontrar trabajo, y que me buscara uno, que a la larga lo iba a agradecer. Efectivamente, en dos días encontré un trabajo, y en poco tiempo lo mandé a la porra, volví al departamento y dije que me daba todo igual, pero que iba a pasar cuatro años haciendo algo que me gustara, y que luego Dios diría. Luego Dios dijo... Y aquí estoy. No estaba dispuesto a irme al extranjero, y me planté a los 30 años habiendo cotizado 6 meses (mira, en esto se ha salido ganando: ahora se cotiza durante una beca de doctorado). En mi primer año de profesor (interino) empecé otro doctorado, ya que compaginé mis años universitarios con otra carrera en la UNED, pero duré tres meses. Me resultó imposible hacerlo de forma adecuada mientras trabajaba.
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